miércoles, 16 de marzo de 2016

Enraizada a ti


Las rosas están celosas de nuestros encuentros vespertinos, tardes en las que tus labios de hojarasca se refrescan en mis besos de rocío… combinación perfecta: tú y yo.

El césped nuestra cama y el sol la sábana.
Pigmentos de susurros y sonrisas

Lo bueno es que las rosas no pueden hablar así ella no se entera... ella: planta trepadora, ¿o la trepadora soy yo?

Ya tarde es y ella está por llegar junto con la luna y tu ausencia. Te alejas dejándome por despedida esa mirada de néctar.
Mis pétalos se caen a la par que mi corazón se marchita… sin tu luz no me queda de otra que regresar a la tierra, pero en algún momento renaceré más bella, más blanca,  más tuya.


Tú el jardinero y yo una gardenia enamorada.


domingo, 6 de marzo de 2016

Atardecer eterno

El cielo enrojecido de aquella tarde le otorgaba un especial encanto a este bosque de veredas taciturnas, el silencio fue cortado por el trotar de mis pasos, unos pasos enloquecidos al latir de mi corazón, yo ocultándome del amor, escapando de sus besos y abrazos, un juego tonto que él se había inventado aquella tarde aburrida de películas.

Ese día me oculté en la rugosidad de un gran oyamel, estaba temblorosa, agitada, ansiosa de que él llegara…de repente escuché el crujir de las hojas, me di la vuelta y antes de que pudiera hablar, unas fuertes manos rodearon mi cuello, sofocando sueños e ilusiones, asfixiando mis lágrimas y oprimiendo mi corazón… de la misma manera que la oscuridad de la noche iba cubriendo el bosque, estaba apagándose mi vida en manos del que yo creía era mi amor.

Desde aquél día estoy condenada al silencio, condenada al eterno cielo teñido de tinto que matiza las plantas, el rio e incluso a mi piel rancia.
Los troncos rugosos han destrozado las yemas de mis dedos con cada caricia, el pasto seco ha cortado mis pies desnudos y el viento se ha llevado cada uno de mis cabellos al igual que mis recuerdos, hay veces que sé quién era, pero otras veces ni yo misma sé si soy recuerdo, olvido o nada.


Después de caminar sin rumbo es mi eternidad sentarme debajo del oyamel  a observar como la corriente del río escapa, algo que yo no puedo hacer: huir del silencio, olvido y soledad, porque desde que dejé de existir en el mundo del amanecer, no hay nadie conmigo, solo estos árboles observando cómo me pulverizo en el mundo de las sombras.

martes, 1 de marzo de 2016

El puente del adiós



“Me vi envuelto del sol ausente, en la bruma de tu risa, en la tiniebla de olvido. Un solitario caminar en el puente del adiós”