El sol se mece en los árboles, endulzando con su tenue luz
las alegrías que enmarcan la callejuela, un sujeto con bigote de croissant toca
su viejo acordeón, música que han aprovechado aquellos dos enamorados: él
fragancia de menta, y ella, de canela… miradas exquisitas, besos de vainilla,
labios de arándano.
Allá en la esquina están ese par de magdalenas aplaudiéndole
a los recuerdos de su ahora juventud
marchita.
En las mesillas de las flores, miradas que torpemente se
encuentran juguetean al ritmo que la brisa acaricia los cabellos del sol en
esta tarde.
Piruletas de emociones se viven en la calle más dulce de la
ciudad.
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